Muchas veces digo eso de “necesito fluir”. Me doy cuenta de que con esto quiero asegurarme de que lo que hago, el tiempo del que dispongo y mi energía, estén auténticamente en sintonía con lo que deseo. Cuando es así siento que experimento más felicidad. Entonces la vida se vuelve mi aliada. Por lo tanto, ¿cómo definimos qué es esto de fluir? Para mi es otorgar la máxima calidad a la experiencia. Asegurarme de que lo que vivo lo hago en un lugar de conciencia clara y en conexión con mi escucha y mi deseo auténtico.
Fluir es como estar en buena sintonía con el ahora y con el placer. Estar en absoluto presente, sin interrupciones, sin mucha mente, pero consciente y plenamente perceptivo hacia lo que estoy experimentando. Mihaly Csikszentmihalyi, intentó definir esta experiencia concretando una psicología de la felicidad.
No me preocupo por lo que quiero llegar a hacer o a ser, sino que pongo el foco en la experiencia, en “estar siendo”. Lo que acontece ahora se vuelve interesante e intenso. Empiezo a fluir.
Si la energía de mi psique es óptima, no está excesivamente entregada a las tareas o la distracción, si no es arrastrada por la ilusión, entonces me otorga un orden en la conciencia. Aquí es donde descubro que experimento una escucha física y emocional de la experiencia, de lo que acontece aquí y ahora.
Un efecto habitual del comportamiento fijado en el carácter es la distracción, la reacción y la pérdida de contacto con el cuerpo. La energía queda así secuestrada por la personalidad. Olvidamos la auténtica intención que funda nuestro deseo. Nuestra forma de ser adquiere rigideces que se traducen fisiológicamente en corazas o armaduras. Son las tensiones, los bloqueos posturales, los automatismos del cuerpo, la falta de salud, de flexibilidad, etc., que inhiben la vida del cuerpo. Es una energía que no ha logrado descargarse por la contención del ego que sigue patrones de supervivencia desde el miedo y la escasez. Aquí subyace parte de nuestra incapacidad para fluir.
Existen varias vías para la mejora en la calidad de nuestra experiencia, vías que ordenan nuestra energía psíquica y corporal haciéndola más óptima. La vía de la atención, la vía de la sanación emocional y la vía de la sensación. Sentir en un orden más perceptivo y saludable. Enfocarnos en niveles de conciencia más claros e involucrar al cuerpo y su sabiduría.
EL TRABAJO CON EL CUERPO: salir de lo domesticado.
En el cuerpo convergen la vida y el espíritu, dos voluntades no domesticables. El cuerpo, cuando le damos permiso para movilizar la energía y las memorias contenidas, reproduce por sí mismo estados de liberación que disuelven las funciones del carácter, procurándonos cambios internos y recuperando la función de la espontaneidad asociada al placer. La salud emocional y el desbloqueo físico van parejos y conducen a una mayor disponibilidad de la energía psíquica y espiritual.
La contracción muscular, el dolor, la pérdida de flexibilidad, la falta de sensibilidad en áreas del cuerpo, son síntomas de la rigidez emocional. En la fisonomía se manifiestan las carencias que desde la infancia arrastramos por la desatención a las necesidades y los deseos específicos. El ego, que se aleja de la sensibilidad emocional, nos aleja a su vez del propio cuerpo, separándonos de la creatividad y del gozo.
Al alejarnos del contacto real con la sensibilidad, nos resistimos a que la vida fluya espontáneamente a través de nosotros. El cuerpo busca naturalmente el placer en sintonía con la energía sexual. Reencontrarnos con la sensibilidad es mágico: se traspasa la rigidez y accede al placer de la liberación organísmica. Este es el objetivo del trabajo con el movimiento expresivo y la bionenergética.
Somos energía disponible. El bienestar emocional y la energía interna están en proporción directa. La adecuada disponibilidad de esta energía permitirá regular nuestro placer y viceversa. El cuerpo es un aliado para rescatar la unidad interna. La garganta, la pelvis, los brazos, la respiración, la descarga energética, nos permiten canalizar y expresar de forma que podemos volver a conectar los centros separados: la mente, el corazón y los genitales. El cuerpo da mucha información sobre todo esto: la forma de pisar, la sensación de arraigo, la facilidad para el contacto con otros cuerpos, el estado de alerta o de abandono, como se incorpora la expresión en la comunicación, la tensión de la mandíbula, etc.
Es necesario recuperar la sensación de estar completamente vivos. El cuerpo devuelve el realismo a la vida cotidiana. Te vuelves más propioceptivo. Nos reencuentra con el sentir, la función que permite ser fieles a lo que nos sucede y no evadirnos en fantasías que no nos pertenecen. Comenzamos a fluir. En este camino de sanación, las diversas fijaciones completan su homeostasis, su equilibrio interno final. El tipo esquizoide, recupera su derecho a existir de manera segura; el tipo oral, su derecho a estar seguro en su propia necesidad; el psicopático a ser autosuficiente; el masoquista a ser independiente; y el rígido a recuperar su derecho a desear y procurar la satisfacción.
La experiencia óptima es autotélica, poderosa, salvaje.
Significa que yo identifico mi propósito, me doto de las experiencias que necesito y completo la satisfacción a través de mi movimiento único. Cuando me sano a través de mi cuerpo, percibo que tengo muchos recursos internos para sentirme bien, para absorber permanentemente estados de gozo. El cuerpo lo domestiqué, pero si lo libero, despiertan todas las energías de la naturaleza que me recuerdan cual es mi origen, en conexión con el sentido del ser.
Para mi fluir tiene que ver con atreverme a ser salvaje, es decir, a no controlar la experiencia, no atar el presente, ser permeable a lo que acontece a través de mi sentir no condicionado. Vivir liberado de los miedos, es tomar la osadía de permitir que cada instante, cada emoción, cada acontecimiento, me sorprendan en su forma única, y entregarme a esa experiencia abarcante. Estar abierto a la vida con la certeza de que nada me puede hacer dimitir de ser yo mismo, aquí y ahora, en plena conexión con las energías primordiales que nos animan a todos/as: la energía para vivir, para sentir, para estar presente, para amar y para manifestar lo que soy.